jueves, 24 de septiembre de 2009

Diatriba a la soledad


Lucharé contra ti
tú, que impune y altanera ejercitas tu reinado
en estas paredes aliadas.

Aposentada en el sillón vetusto
ordenas los sevicios
y juegas las cartas como el mejor tahúr.

Yo, sacerá los muebles
y fumigaré la estancia,
auyentaré tu perversa voz
hecha de muecas y silencios
y en cada rincón te perseguiré y acuchillaré.

Y cuando la palabra gobierne con orgullo,
ya tu grandeza derrotada,
instalaré en el pórtico
tupidas adelfas que custodien la entrada.

sábado, 27 de junio de 2009





La deuda de tu sombra

A Rosario Sanz



La deuda de tu sombra
la encuentro en el joven olivo
que de tus manos brotó.
Miro profundos sus ojos
llenos ahora de miel y de luz,
reclinando reverenciales las ramas,
que corteses responden al juego de la consolación.
Pudo ser tu desdicha, la desdicha de este solitario árbol
que ahora con mimo rescato
y con la certeza que en él se renueva la vida.



lunes, 15 de junio de 2009



Rincón al sur


A Concepción Granado

"¿Por cuántas flaquezas pasaré
para que arda en mi rostro la
imagen de mi madre?".





Elegí una pared afable,
escudo de mis miedos.

Un rincón seguro
encarado al sur,
siempre me gustó mirar al sur.

Un lugar donde cualquier
dios viejo pudiera
murmurar sus confidencias,
recibir la caricia de una tarde,
las breves horas engañadas,
los besos que da el aire.

Lo hice mío o, me hizo suyo;
en armoniosa comunión labré el instante,
me sentí dichoso.

Allí, planté mi espiga,
allí pase los días,
allí esculpí la noche,
allí sembre mi cuerpo,
allí curé mi herida,
allí, escribí estos versos.

sábado, 13 de junio de 2009

"Cuando mis palabras te buscan,
cada piedra, cada rincón, es el lugar
más idóneo para encontrarte".
F.C.





La Piedra(I)


La Piedra

I
En hileras puestas
las piedras guardan los secretos más íntimos;
en sus vísceras de adobe nos multiplicamos,
extendemos nuestro señorío
marcando con grandes piedras el territorio
y alejamos al resto de las fieras.

También las amontonamos hacia el cielo
en señal de grandeza,
desnudos colosos,
cuan Dolmen o Menhir.

Así, Nueva York como Petra
se alían en su propósito
para alcanzar el corazón del dios.

Hammurabi y Moisés
esculpieron la palabra en su piel,
y el mismo Chéops en su delirio
se supo inmortal entre ellas.

La memoria pertenece a ala piedra,
y en la anatomía de cada surco
se esconde la realidad del hombre,
que proyecta su vida
a la cautivadora piedra
del hogar que habita.


II

Fijada la piedra en casa sitio,
engarzadas todas ellas con sus sienes,
los labios incrustados a la tierra
y su lengua clavada en lo profundo.
Formados corredores y vestíbulos,
habitaciones y terrazas alineadas
en confitura de huecos y paredes,
el hábitat-idea bendecido.

Al fin, la voz ocupa sus espacios,
el uso de los cierres confirmado,
las estancias repletas con sus gritos
que un día sucumbieran
al murmullo del silencio renovado.

La lluvia, jugó largas sesiones
en noches oscuras de parranda.
Y el viento, cortejó cada rincón
acechando la débil hora de sueño más tardío.

La albahaca, preñada sin escrúpulo,
dominó exultante el arriate;
y el raquítico rosal de Poliantea
se refugia en la umbría de la esquina desolada.

Es la piedra en forma de granito
quien saluda en el pórtico y su arcada;
si un día le abandonas,
deja escrito tu regreso.
Es celosa la piedra de esta casa
y maldice y reniega
del huésped que la tuvo y la rechaza.


III

Gana la maleza en el camino,
y lo que ayer fue invitación y mesura
hoy, desgarra al ojo su equilibrio.
La providencia mediará en la lucha.
IV
Gana la maleza en el amino,
y lo que ayer fue invitación y mesura
hoy, desgarra al ojo su equilibrio.
La providencia mediará en la lucha.

Francisco Cejudo